quarta-feira, 7 de julho de 2004

Dúrcal e Padul

Segundo de los mensajes

Como veo que te estás empleando en la geografía de la provincia de Granada te diré que Padul es un pueblo sin demasiados atractivos, imagino que los paduleños, entre los que se encuentra el administrativo de mi colegio, sabrá encontrarle su belleza. Desde la carretera se me presenta como un secano con varias filas de casas dispuestas en importancia en un sistema de rendir pleitesía a la antigua carretera de la que nutría parte de su economía el pueblo.
Padul era lugar de descanso para viajeros que iban de la Costa o las Alpujarras a la capital a hacer cualquier trámite importante, cuando las carreteras eran infernales y los medios de locomoción prehistóricos, de ahí que la primera fila que da a la carretera todo fueran merenderos o bares. También tiene unas turberas, donde hace unos años descubrieron enterrado un enorme mamut y unos enormes campos sembrados de cereales que con su aspecto dorado y seco incitan a la sed al viajero que los mira.
Dúrcal, por el contrario, es fresco y lleno de vegetación con esa voluptuosidad que da la fronda que brota por todas partes gracias al agua del deshielo de la sierra. Dúrcal tiene un puente de hierro tendido en el valle por encima del que pasaba el antiguo tranvia y desde donde los suicidas de la zona eligen terminar sus días. Siempre llamó mi atención ese puente especialmente en la niñez que es cuando se hacen las observaciones verdaderamente penetrantes, una de las cientos de veces que hice el camino de mis vacaciones de Granada a Salobreña en el coche familiar lleno de niñas, perras, jaulas de pájaros, bolsos y maletas , vimos a un hombre colgando desde ese puente. Mi madre, en su protector afan pequeño burgués de mantener intacta la inocencia de su prole, quiso suavizar la espeluznante imagen diciéndonos que era un empleado del tranvia engrasaba los railes por abajo. Yo, que aunque niña, ya era demasiado mayor que analizar los bálsamos de mi madre, creo que en ese momento tuve conciencia de que la vida era algo sobre lo que las personas teníamos el control y potestad. Y decidí que siempre la llenaría de contenidos precisamente porque tenía la llave para perderla voluntariamente.
Todavía llevo en la memoria la triste y solitaria imagen de ese hombre vestido de pana oscura balanceándose a lo lejos en las vigas de hierro del puente de Dúrcal.

Milena

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